lunes, 25 de agosto de 2008


La música que creamos
Nuestro cuerpo condiciona la música que creamos. Las flautas son para una boca sola, y una batería no genera más percusión que la de dos brazos y dos pies.


Pero ¿qué pasaría si tuviéramos cuatro manos? La investigación musical se ha propuesto poner en jaque a la naturaleza y conseguir lo que ella nos niega. Esto es lo que afirma Andrew Gerzso, director de Mediación para la Investigación del IRCAM (Institut de Recherche et Coordination Acoustique/Musique), instituto francés de investigación musical. Junto con la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y el STEIM (Studio for Electro-Instrumental Music) de Amsterdam, conforma la vanguardia del conocimiento en este campo. Como primer paso, en el IRCAM han decidido “desmaterializar” instrumentos; es decir, han creado programas informáticos que los simulan, para poder darles en la dimensión virtual características que difícilmente po­drían tener en la realidad, como tamaños desproporcionados o más cuerdas, o estar formados por materiales diferentes. El único límite de la desmaterialización es nuestra imaginación, que encuentra en lo digital una de sus mejores materias primas. Según nos explica Gerzso: “Gracias a los llamados ‘modelos físicos’ se ha conseguido ‘sintetizar’ sonidos, de la misma manera que la biociencia ha logrado producir artificialmente elementos químicos de origen natural”. Gracias a estos avances, además de crear instrumentos imaginarios y ampliar las dimensiones de los tradicionales, los ordenadores nos ayudan a superar las limitaciones de nuestro cuerpo para tocarlos. Es decir, nos dan más brazos, más pies, más pulmones y más gargantas. “El resultado”, comenta este experto en música digital, “es que podremos tocar violines de ocho cuerdas y pianos con tantas teclas como queramos”. La evolución de estos instrumentos está fuertemente supeditada a la relación del ordenador con el usuario

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